Cuando se trata de pasar un rato excitante y divertido en la cama con tu pareja, cualquier nueva idea debe ser bienvenida. Y es que el sexo es uno de los soportes vitales de cualquier relación de pareja, sea cual sea su duración o la edad de los que la formen. Da igual si llevamos veinte años juntos o nos acabamos de conocer. Si el sexo funciona, todo lo demás también empezará a funcionar y a fluir. Y si no lo hace… los problemas, por desgracia, se harán cada vez más grandes, más complejos, y a veces incluso insalvables. El sexo sigue siendo un tabú para muchos, que lo disfrutan solo en la intimidad, y a veces ni siquiera así. Tienen barreras mentales que les hacen bloquearse de cara a probar cosas nuevas, a disfrutar de formas diferentes de placer y pasión. Es como si solo hubiera una única manera de gozar del sexo, y evidentemente, con el tiempo se vuelve algo monótona y rutinaria.
Hemos de detectar cuanto antes este problema y salir de ahí en cuanto tengamos oportunidad. No por nada, sino porque puedo convertirse en algo verdaderamente fatal para nuestra relación, si la parte más excitante acaba volviéndose también aburrida. Abrir la mente para probar cosas nuevas, dejarnos llevar por fantasías que todos tenemos, y que podemos compartir con nuestra pareja… Ese es el nivel de confianza que debemos conseguir, la complicidad que nos permitirá mantener nuestra relación fuerte y a salvo de las sacudidas que vendrán. Porque ninguna relación es perfecta, pero cuando estamos concentrados en disfrutarnos, en compartir todo lo bueno, las cosas suelen arreglarse mucho más fácilmente. Y la cama es el lugar donde podremos zurcir esos pequeños agujeros que han ido apareciendo. El sexo es una herramienta perfecta para canalizar nuestras emociones y sentimientos, otra vía más de comunicación entre los dos, aunque a muchos esto les suene raro. Los juegos sexuales no deben faltar nunca en la pareja porque son la prueba viviente de que hay esa confianza entre los dos. De que se atreven a llegar más allá, a vivir instantes únicos y salir de la zona de confort para evitar que lo bonito se convierta en rutinario.
Un dulce placer
Existen multitud de fantasías que podríamos probar en la cama, con nuestra pareja, y cada cual tendrá sus favoritas. Los fetiches y filias sexuales varían mucho de una persona a otra, pero al final tienen el mismo objetivo: lograr que el deseo se inflame y llegue mucho más lejos. Podemos hacer juegos de rol, comprarnos ropa interior sexy… y también disfrutar del cuerpo de nuestra pareja de una forma especial y deliciosa, nunca mejor dicho. El placer de probar un alimento cualquiera sobre la piel de la persona que nos excita es algo que todos deberías conocer. Y es todo un arte eso de bañar en chocolate los pechos de una mujer, o marcar con nata el camino hacia el morbo más delicioso en el abdomen de un hombre…
Nosotros vamos a apostar por un alimento saludable, dulce y exquisito para este tipo de fantasías: la miel. No en vano, el periodo de los días que vienen justo después del matrimonio de una pareja se conoce como luna de miel por ser el momento más dulce de la relación, supuestamente. Hagamos que esa luna de miel dure mucho más, utilizando para ello el cuerpo de nuestra amante como base para nuestro delirio sensual y gastronómico. La miel es un alimento con un sabor único y una textura muy especial, que se siente excitante sobre la piel. Algo pegajosa, eso sí, así que tendremos que emplearnos a fondo para retirarla por completo de la piel de nuestro amante, con nuestra lengua por ejemplo…
Disfrutarla sobre el cuerpo
La miel es un alimento muy fácil de encontrar en cualquier tienda o supermercado. Es un endulzante perfecto para el café, por ejemplo, pero también puede utilizarse para otros alimentos como dulces y postres. Su vertiente sexual, como la del chocolate, está muy ligada a su saber y su textura. Ambos son alimentos que pueden extenderse por toda la piel, en su forma líquida, pero muy espesa. Esto permite que no se pierda el control sobre la miel que ponemos en el cuerpo de nuestra pareja, y la tengamos siempre localizada. Bañar toda la parte del tronce, desde los pechos hasta el abdomen, puede ser una buena forma de prender la mecha del deseo. Si queremos llevarlo un poco más lejos y nos acercamos a la zona púbica, mejor estar cien por cien depilados, puesto que en contacto con el vello, la miel sí que puede convertirse en un problema.
Utilizarla también para dar un masaje, como lubricante natural, es una forma muy especial de darle este punto erótico a este alimento. Es un poco más espesa que el aceite, pero servirá para cuando queramos que nuestra pareja sienta de verdad esas intensas caricias sobre su cuerpo. Y tampoco debemos olvidarnos de una de las zonas más erógenas que existen: el cuello. Poner un poco de miel en esta parte para poder quitarla luego a base de buenos lametazos y chupetones será una experiencia que tu pareja recordará para siempre. La podemos combinar también un poco de aceite de coco, por ejemplo, o con sirope de chocolate, cuyo sabor se mezclará a la perfección con la del producto de las abejas. Cada cual le dará su propio toque, pero lo importante es dejarse llevar por el morbo y el placer con este alimento.
La miel en los labios
El objetivo de introducir la miel como un componente especial dentro de nuestros juegos eróticos es salir de la monotonía y ofrecer algo distinto y diferente a nuestra pareja. Hemos visto ya como la podemos extender sobre la piel, combinarla con otros deliciosos alimentos… pero lo más excitante seguramente sea compartirla en nuestros propios labios. Es así, con besos de miel, como podremos encender esa hoguera de deseos que se prenda bien alta, para que dure durante mucho tiempo. Los besos sabrán dulces y pegajosos, en una nueva experiencia que suele ser muy cachonda para todo el que la prueba. Y por supuesto, no hay que dejar a nuestra pareja con la miel en los labios…
Recorrer su cuerpo besándola, con ese punto de miel que hará que la experiencia sea más especial, nos permitirá probar algo distinto. Abrir horizontes en lo que al placer se refiere, de una forma erótica y segura. La miel, al fin y al cabo, es fácil de retirarse del cuerpo después de la relación, con una buena ducha, que podemos también compartir. Será la excusa perfecta para seguir con la acción más allá de la cama y disfrutar de una forma salvaje de esa reencontrada pasión que hemos puesto en liza. Y si todavía te sobra un poco de miel no la tires, porque podrás realizar un montón de recetas con ella, desde salsas para el pescado o la carne hasta deliciosos bizcochos para endulzar a tus seres queridos.